Un hombre estadounidense llamado Derek Nance, ha confesado que come únicamente carne cruda desde hace cinco años, después de una misteriosa enfermedad estomacal que le llevó a desarrollar esta inusual costumbre.
Cuando comenzó con sus problemas estomacales, hace casi seis años, los médicos creyeron que el hombre había desarrollado una especie de alergia alimentaria, cuando todo lo que comía le caía horriblemente mal.
Tras diferentes tratamientos -sin resultados- y en vista que los profesionales ya no sabían qué recomendarle para sus problemas digestivos, Nance se dejó llevar por los consejos de una persona que conoció, y que sufría los mismos malestares que él: Esta persona le dijo que lo único que lo había curado a él había sido comer carnes crudas.
Aparentemente, la insólita receta había sido sugerida por un dentista, que argumentaba que los cavernícolas comían carne cruda, y que sin embargo eran mucho más sanos de lo que son ahora las personas.
Derek decidió probar esta nueva dieta, y adquirió un habito que asegura no abandonar jamás. Incluso, se lava los dientes con grasa animal con el objetivo de alimentar su adicción por la extraña comida.
Ademas, afirma que nunca se enferma de comer lo mismo y que se siente mejor que nunca. “La idea de que la carne este cocinada ya no me atrae. Simplemente sabe a quemado”, expresa.
Al principio, mientras su cuerpo se adaptaba a su nueva dieta de carne cruda, dijo que experimentó diarrea leve, pero tres semanas más tarde, su organismo se adaptó perfectamente al nuevo hábito.
Me di cuenta que esto tiene un sabor parecido a la sangre. Luego, de repente, empecé a tener fuertes antojos de ella”.
Refiriéndose a gustos personales, el hombre asegura que su carne favorita es la de cordero. Usualmente consigue al animal y lo carnea en el sótano de su casa. Además alega que nada se desperdicia, ya que los órganos y sangre coagulada son una buena fuente de vitamina C.
Ahora, y luego de este extraño hábito, los problemas digestivos del hombre parecen haber mejorado, y él asegura que más allá del estigma social, nunca antes se había sentido tan sano y feliz.
Finalmente, concluye: “La mitad de mi problema con mi digestión en realidad era sólo la falta de enzimas. Mi cuerpo no produce suficientes enzimas para digerir los alimentos con almidón.
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